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jueves, 24 de enero de 2013

Bajo un techo de estrellas, pt 2

El silencio de la noche hace resaltar el aullido de los perros a lo lejos, transformándolo en un sonido ensordecedor, despertando este malestar que se prolonga una noche más. Solo, como siempre, me encuentro recostado, fumando el humo de un cigarrillo que se esfuma desde mis labios hasta el techo. Me deleito al ver como el humo va formando figuras, como se transforma hasta desaparecer, como desaparece sin dejar huella alguna.
Me levanto sin ánimo, aturdido por el calor de esta noche de verano. Al abrir la puerta, una brisa fresca me llena de tranquilidad y un aroma, que me parecía conocido, comienza a intrigarme. Era cálido y limpio, despertaba mis sentidos como si fuese una droga, acariciando mi alma, limpiando mis malos pensamientos.
Desesperado me eché a correr, ese aroma tenía que venir desde alguna parte. Debía encontrarlo, para que se quedase junto a mi, para que esta sensación durase una eternidad. Mi corazón casi se detuvo al ver lo que pasaba.
En el mismo árbol estaba ella, su cabello rojo la delataba, parecía una hoguera. Quedé congelado, intenté gritarle, pero temía que escapara como la última vez. Me detuve sólo a apreciar su perfección, tenía que estar con ella, no soportaba tenerla tan cerca y no poder decirle como me sentía. Me acerqué velozmente, pero mi ansioso caminar se oía por todos los rincones de la ciudad. Al verme corrió tan rápido que se esfumó, perdiéndose bajo el cielo estrellado de aquella tibia noche. Exhausto, llegué al lugar en el que ella se encontraba, lamentándome por nunca poder alcanzarla.
Su olor aún estaba en el aire, aún me quedaba ese consuelo y a mi lado una nota que decía: "sigue buscándola, siempre es difícil de encontrar, pero aún no es el momento"
¿Quién sabe en dónde se esconde? El silencio de la noche y el aullido de los perros ya no me ensordece, una noche más, en la que descanso sabiendo que algún día la alegría volverá a mi vida.