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sábado, 23 de julio de 2011

Bajo un techo de estrellas.-

Las calles están vacías, era de noche, el silencio de las calles intimida, los perros me ladran, los automovilistas tocan las bocinas de sus autos al pasar dejando un eco ensordecedor en la silenciosa y sucia acera, las putas me miran al caminar, grupos de personas, al parecer con no muy buenas intenciones, se codean en la esquina acechando mi paso. ¿Cómo fué que llegué aquí? Ya no lo recuerdo...
Me escabullí por entre los callejones y llegué a un lugar solitario... Había alguien, con la mirada tan perdida como la mía, una chica estaba sentada en un tronco bajo un arbol enorme. Me miró fijamente con sus ojos brillantes y cansados, sus cabellos rojizos caían sobre sus hombros. A pesar de lo triste que se veía, lucía hermosa.
- Tienes fuego? Pregunté.
- Sí, toma - Respondió susurrando
Me pasó un encendedor sin mirarme, se notaba nerviosa por mi presencia y tiritaba por la gélida noche. Le pasé mi chaqueta. Sonrió.
No podía hablarle, sentía la necesidad de hacerlo, pero algo me lo impedía. Mis piernas tiritaban, no estoy seguro si por el frío o por el nerviosismo ante esta situación. Al lograr encender el cigarro pude articular una palabra.
- ¿Fumas?
- Si
- ¿Quieres un cigarrillo?
- Bueno, muchas gracias
Continuaba sin mirarme.
Luego hubo un silencio sepulcral, ninguno pudo decir nada, pero no era incómodo para mí, me deleitaba con el ir y venir de su blanca mano al fumar, fue entonces cuando me miró fijamente a los ojos y por fin se atrevió a decir algo:
- Tu y yo nos parecemos.
- ¿Ah sí? ? ¿Por qué lo dices con esa convicción si no nos conocemos? Contesté.
- Los dos estamos solos, no tenemos a nadie, estamos escapando de una realidad que nos marcó y que no podemos olvidar y ahora estamos juntos fumando bajo el mismo árbol. Nos parecemos.
Quedé mudo. Describió completamente como me sentía. Me miró otra vez, sus ojos brillantes miraban dentro mío, lo podía sentir. Me tomó la mano y la puso en su pecho. Su corazón estaba agitado. Lloró desconsoladamente, la abracé y puso su cara en mi hombro. Una pena terrible me inundó el cuerpo, sentía que la conocía desde hace mucho, sentía lo que ella sentía. Lloré junto a ella.
- ¿Por qué las cosas no pueden ser más fáciles. Le pregunté, no respondió.
De pronto se alejó de mi y se tapó la cara, no quería que la viera llorar. La tomé de las mejillas y con mi cara sonriendo le limpié las lágrimas. Sin pensarlo se acercó a mi y me dijo:
- Tenemos que salir de esta, como sea, nunca será fácil dejar atrás el pasado pero no nos merecemos esto.
Me tomó suavemente del cuello y me besó, fué el beso más dulce que jamás haya dado. Se puso de pié y caminó rápidamente, yo no quería que se fuera de mi lado así que corrí a alcanzarla.
- Quédate conmigo un poco más, estoy solo
- Yo también lo estoy, pero así es mejor, así no dañamos a nadie, así no ilusionamos a nadie. Un gusto conocerte.
Y se perdió en la oscuridad de la noche. Nunca más la ví mas nunca pude olvidar ese encuentro. Sin duda era mi alma gemela, pero lamentablemente estaba tan herida que no quería a nadie, estaba tan sola que la soledad se hizo parte de su piel, estaba tan desconsolada que solo quería desaparecer... Al igual que yo.
¿Cómo llegué hasta acá? No lo recuerdo.-

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